Joven Científica: Barbara McClintock

Ubiqus Ciencia
5 min readJul 20, 2020

Autora: Samantha Vargas Luna (savargasluna@gmail.com).

Editores: Lissy Gross, Paola Guadalupe, David Cuaspud.

En agosto de 1931 comienza el viaje del descubrimiento de las secuencias saltarinas o transposones (secuencia de DNA que puede moverse de forma autosuficiente dentro del genoma de una célula) para Barbara McClintock.

Aunque para muchos es un nombre desconocido fue una de las más grandes científicas dentro del campo de la genética y, como muchas otras mujeres, Barbara McClintock hizo un gran aporte a la biología con sus descubrimientos a lo largo de su vida.

Barbara McClintock nació un 16 de junio de 1902 en Hartford, Estados Unidos. Fue criada por sus tíos hasta la secundaria donde asistió a Erasmus Hall High School en Brooklyn, desde muy corta edad mostró gran interés por la ciencia y continuó sus estudios en la Universidad de Cornell en 1919, pese a que su madre se oponía a que continúe sus estudios. Fox Keller, 1994; Halpern, 2016).

A lo largo de su carrera se centró en estudios citogenéticos de una planta muy utilizada para la alimentación como es el maíz y lideró el grupo de citogenética (estudios de los cromosomas y su estructura) cuando se doctoró en Botánica en 1927 por la Universidad de Cornell.

A finales de la década de 1920 realizó estudios sobre los cambios que ocurren en los cromosomas durante la división celular del maíz empleando métodos de microscopía desarrollados en su laboratorio.

Los avances de Barbara abrieron la puerta del desarrollo de la citogenética y del comportamiento cromosómico. Fue la iniciadora de la cartografía genética en el maíz, considerado hasta hoy en día uno de los experimentos verdaderamente grandes para la Biología (Birchler & Han, 2018).

La importancia de su trabajo causó conmoción, ya que, en los años veinte se tenía la idea de que los genes estaban localizados en los cromosomas, pero hasta ese momento nadie había sido capaz de demostrar experimentalmente el enlace entre cromosomas específicos con genes determinados.

Después de una amplia investigación en las plantas de maíz, Barbara y su estudiante de doctorado Harriet Creighton dieron a conocer por primera ocasión de manera visual la conexión entre determinados rasgos hereditarios y su base en los cromosomas (Shah, 2017; Bush, 2017).

Este gran hallazgo permitió sentar las principales bases de la genética moderna, pero para Barbara representaba el principio de lo que muchos definirían como una carrera extraordinaria. Porque desde entonces ya había marcado una huella imborrable en la historia de la genética, es así como también había, logrando prestigio y reconocimiento que pocas mujeres hubieran podido alcanzar en esa época (Halpern, 2016).

En los años cuarenta continuó arduamente con sus investigaciones en el genoma del maíz, sin saber que esto la llevaría alcanzar el logro más importante de su carrera, dado que, logró observar por primera vez una serie de secuencias genéticas (secuencias de DNA) que podían, de alguna manera inexplicable, cambiar su posición.

Este fenómeno inesperado de los elementos móviles evidenciaba que existen genes que no siempre ocupan un mismo lugar dentro de los cromosomas, sino que tenían la capacidad de cambiar de posición. A los elementos saltarines o móviles se los denominaron Transposones (Revindran, 2012).

Los transposones al cambiar su posición en el genoma, pueden de alguna manera modular la expresión de los genes, debido a que los elementos saltarines encendían o apagaban la expresión de otros genes en los cromosomas del maíz. Después de dedicar años a la investigación Barbara logró descubrir que los elementos móviles tenían un papel fundamental en el crecimiento, desarrollo y evolución de los organismos vivos (Revindran, 2012).

El revolucionario trabajo de su investigación fue publicado en 1950 en un famoso artículo científico, titulado “The origin and behavior of mutable loci in maize“, en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (McClintock, 1950).

A pesar de la trascendencia del trabajo de Barbara McClintock, el mismo no fue apreciado, ni mucho menos comprendido por la mayoría de sus colegas, y varios de ellos no le dieron importancia dejándolo en un segundo plano. Puesto que, en esos momentos la comunidad biológica estaba enfocada en el estudio de microorganismos unicelulares, bacterias y virus. Por lo que, los avances dentro del área de biología de plantas no les resultaban de interés.

No obstante, por el importante nivel científico de su trabajo Barbara, fue galardonada en varias ocasiones, siendo miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en 1944. Y muchas décadas después, tras permanecer como un ser invisible en el campo de la ciencia, fue finalmente galardonada al otorgarle en 1983 su muy merecido premio Nobel de Medicina y Fisiología por sus descubrimientos a lo largo de su vida. Hasta aquel momento era la séptima mujer que recibía el preciado galardón de ciencias (Halpern, 2016).

El 2 de septiembre de 1992, Barbara McClintock murió a la edad de 90 años, después de dejar un legado científico importante. Hasta casi el final de sus momentos mostró su apasionado fervor por la investigación (Bush, 2017).

Al día de hoy para la comunidad científica, Barbara McClintock representa una de las figuras más grandes de la Biología del siglo XX. Una excepcional mujer, que siempre mantuvo con firmeza sus convicciones pese a los obstáculos que se interpusieron a lo largo de su vida, no solo por ser mujer sino también por no seguir a las corrientes biológicas en boga de esa época. Representa así la libertad de pensamiento, por encima de todo.

Imagen: Samantha Vargas

Referencias:

Birchler, J & Han, F. (2018). Barbara McClintock’s Unsolved Chromosomal Mysteries: Parallels to Common Rearrangements and Karyotype Evolution.The Plant Cell, 30, 771–779. doi/10.1105/tpc.17.00989.

Bush, E. (2017). Review of the book The Five Forms, by Barbara Mcclintock. Bulletin of the Center for Children’s Books 71(4), 167–168. doi:10.1353/bcc.2017.0872.

Fox Keller, E. (1984). Seducida por lo Vivo. Vida y Obra de Barbara McClintock. Editorial Fontalba. Barcelona.

Halpern, M. (2016). Barbara McClintock on Defining the Unstable Genome. Genetics, 204, 3–4.

doi: 10.1534/genetics.116.194092.

McClintock, B. (1950). The origin and behavior of mutable loci in maize. Proceedings of the National Academy of Sciences, 36 (6) 344–355. doi:10.1073/pnas.36.6.344.

Ravindran, A. (2012). Barbara McClintock and the discovery of jumping genes. PNAS, 109(50), 20198–20199.

Shah, E. (2016). A tale of two biographies: the myth and truth of Barbara McClintock. History and Philosophy of the Life Sciences, 38(4). doi:10.1007/s40656–016–0119–9.

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